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Guardia Civil: un pronóstico feliz

«Ajena a la crítica y a la alabanza, callada y discreta, con paso corto y vista larga en su tradicional estilo, sigue dedicándose en cuerpo y alma al servicio de los españoles, con el vigor de la juventud y la sabiduría de la madurez. No, la Guardia Civil no está en crisis. Ha recibido un golpe, uno más, pero sigue siendo un pronóstico feliz»

Resulta singular que la Guardia Civil sea una institución española, y que lo sea tanto. El español es proclive a imaginarse capaz de empresas fuera de su alcance: «Si yo fuera el presidente del Gobierno...», «si yo fuera el seleccionador nacional...» y otras similares. Y mientras así se ilusiona, descuida probablemente su obligación, al dedicar tiempo y energía a ensoñaciones irrealizables. Olvida en su fantasía la necesidad de su concurso, como pieza valiosa, para el eficaz funcionamiento de la colectividad de la que forma parte.

El guardia civil, en cambio, solo quiere ser guardia civil, no pretende ser otra cosa ni se siente llamado a empresa diferente. Con su Cartilla por guía y comulgando con los principios de honor, sacrificio.